Crónica de resistencia, más allá del miedo

Dos  puntos importantes durante el conflicto armado colombiano, han sido la restitución de tierras y el desplazamiento forzado en los diálogos de paz. Pero desde los años 20 han existido guerras por el control y el territorio tanto fuera como dentro de las ciudades.
Según el grupo de Memoria Historica en su informe "Basta ya" Colombia: Memorias de guerra y dignidad de 2013, el conflicto ha dejado un saldo de 220.000 muertes entre 1958 Y 2012. Entonces ¿Quién le responde a las madres, tías, hermanas, primas, que perdieron a un ser querido, arrebatado por la guerra?

A continuación les comparto la crónica de resistencia de una mujer con un gran ímpetu.

Etelbina Mayorca era una mujer maternal, protectora y de carácter fuerte. Cada arruga en sus manos tenía historia, dicen sus nietos que cada vez que alguien llegaba a visitarle ella era la primera en resibirlos con los brazos abiertos y una hermosa sonrisa de oreja a oreja, disfrutaba compartir tiempo en familia y hablar de todo lo que la vida le habían enseñado. 
Hija de un capataz, Etelbina quedó perdidamente enamorada de Leoncio un hombre maravilloso, con el que formaría una gran familia, en la finca La Yuca, ubicada en el departamento del Tolima. Lugar del que tuvo que salir huyendo junto con su esposo e hijos, apenas con lo que tenían puesto, al igual que cientos de campesinos. 

          Al lado izquierdo Doña Etelbina, acompañada de una de sus nietas.

El miedo y la sed de sangre rondaba el lugar, entre los vecinos se escuchaba el rumor  de que los Chulavitas, grupo conocido como los agentes del terror al servicio del partido Conservador y los Cachiporros, miembros del partido Liberal, estában por llegar a las veredas. La historia colombiana denomina este periodo  como La Violencia, comprendido entre los años 46 y 58, era la suma de enfrentamientos políticos, sociales, económicos y religiosos, dejando miles de muertos por el camino. 
En un cerrar y abrir de ojos, ya era muy normal encontrar cabezas colgadas en un palo y el cuerpo en otro, como advertencia para quienes no siguieran las órdenes o simplemente pensará diferente a ellos.
Es así, como poco a poco la paz y tranquilidad fue desapareciendo, al tener que dejar todo sin mirar atrás porque asustan, era lo que tal vez Doña Etelbina pensaba, mientras corría entre los cultivos con los hijos mayores por delante y una hija en brazos que tristemente muere durante el trayecto hacia un campamento de refugiados, dadas las condiciones y sin poder hacer nada al respecto, no había más remedio que hacerle un entierro improvisado, para darle su cristiana sepultura, mientras vivia un luto en silencio porque no había  tiempo para llorar, con los otros hijos por alimentar, vestir y pensar en que iba a pasar después de tenerlo todo a quedarse sin nada, por un conflicto del cual fueron los paganos. 

En un pueblo cercano sin la posibilidad de dejar el pasado atrás, la familia volvió hacer su vida, entre ir a escondidas con un sombrero y un trapo rojo a la finca para recoger comida, mientras el marido  buscaba para la papita, los niños crecían, aunque ya eran otros tiempos el miedo y la incertidumbre seguían allí, al estar en la mitad de un guerra, dejando el sin sabor de salir pero no saber si regresen, a pesar de esto, los hermanos mayores salieron adelante cada quien tomo su camino unos se quedaron en el pueblo y otros para la ciudad.

Hoy en día sus hijos y nietos replican sus enseñanzas y buenas costumbres, que algún día aprendieron de una mujer luchadora, que a pesar de la adversidad, jamás dejo que el miedo la venciera, criando a sus hijos con amor y sabiduría.



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